Y a propósito del hueco del trébol y demases, transcribo aquí una nota histórica de Segundo Moreno Yáñez publicada en el HOY el 9 de abril:
Socavones y rellenos
Por Segundo E. Moreno Yánez
El “príncipe de los cronistas”, Pedro Cieza de León, describe en 1553 la gran calzada que unía el Tahuantinsuyo. “De Ipiales se camina hasta llegar a una provincia pequeña que ha por nombre de Guaca -explica Cieza de León (Crónica del Perú, Madrid, 1981)- y antes de llegar a ella se ve el camino de los incas, tan famoso en estas partes como el que hizo Aníbal por los Alpes, cuando bajó a la Italia. Y puede ser este tenido en más estimación, así por los grandes aposentos y depósitos que había en todo él, como por ser hecho con mucha dificultad por tan ásperas y fragosas sierras, que pone admiración verlo. También se llega a un río [Carchi], cerca del cual se ve donde antiguamente los reyes incas tuvieron hecha una fortaleza, de donde daban guerra a los pastos y salían a la conquista dellos; y está una puente en este río, hecha natural, que parece artificial, la cual es de una peña viva, alta y muy gruesa, y hácese en el medio della un ojo, por donde pasa la furia del río, y por encima van los caminantes que quieren. Llámase esta puente Lumichaca [Rumichaca], en lengua de los incas, y en la nuestra querrá decir puente de piedra”.
A semejanza de la naturaleza, también el hombre ha “socavado” para extraer del seno de la tierra diversos minerales y para conducir el agua vivificadora, a través de túneles, hacia los campos agrícolas. Además, ya desde tiempos remotos, la iniciativa humana ha construido socavones, en lugar de puentes, para vencer los profundos abismos. De este modo, mientras por el túnel “pasa la furia del río”, por encima deambulan transeúntes y ruedan vehículos. En las cercanías de Quito, entre Cumbayá y Tumbaco, el río San Pedro corre por un socavón, el que soporta la ya inútil vía férrea, pero sirve de viaducto a los vehículos que transitan. Se conoce que fue construido después de la última erupción del Cotopaxi, cuyos lahares destruyeron el anterior socavón. Un túnel semejante se puede observar en Selva Alegre (valle de los Chillos), por el que fluye el torrente Santa Clara.
Quizás estas y otras experiencias han establecido la costumbre de edificar rellenos en lugar de levantar puentes. Ya los ingenieros romanos demostraron que viaductos bien construidos han sido capaces de subsistir casi dos milenios. Fehacientes testimonios son los puentes de Alcántara (construido por el emperador Trajano, en 106) y sobre el Guadalquivir, en Córdoba (España). En el Ecuador, todavía algunos puentes “de cal y canto”, construidos por García Moreno son utilizados en el tráfico vehicular. ¿No sería la emergencia actual de “El Trébol” la ocasión y el desafío para, de una vez por todas, levantar puentes según las normas internacionales y con tecnología de punta?