viernes, 17 de junio de 2011

a través de las redes sociales lo lejano se hace cotidiano

el acceso a internet como un derecho está ligado a otros derechos humanos. En muchos lugares la realización de derechos humanos básicos es todavía una aspiración: la falta de acceso al agua, alimentación, vivienda, salud, etc. son carencias que se hacen patentes en grandes sectores de la población mundial.

Esto lleva a pensar que, aunque los tiempos y las distancias confluyen y los sucesos que afectan a la población de un lugar se hacen parte del cotidiano de los de otro a través de las redes sociales, la gran mayoría de la población mundial está ausente a ellas y su conexión con el entorno lejano va a ser a través de la recepción radiofónica o televisiva, es decir que mientras no se satisfagan las necesidades más inmediatas y básicas, y luego, no se amplíe y se le provea de herramientas para hacer uso de Internet, esa población ni siquiera va a ser lectora, receptora de información y menos productora de contenidos, como diría Alejandro Piscitelli.

Y entonces aparece la contradicción, porque cada vez en más lugares, independientemente de las carencias, de un modo u otro, más personas acceden a Internet y pasan de lectores/receptores, a ser partícipes de un proceso, un suceso o un conflicto social mediante el conocimiento compartido a través de las redes sociales o de las herramientas de difusión de contenidos, por tanto, la transmisión de esa información en tiempo real la hace suya y la comunica, la comparte y asume una suerte de papel protagónico que le lleva a toma partido o a involucrarse en los sucesos de ese otro lugar. Eso, me parece, genera la idea o ilusión que todos podemos llegar a ser protagonistas y es un estímulo para tomar, talvez, una posicíón más activa.